A finales del siglo XVI y comienzos del XVII comienza lo que denominamos Era Mecánica, en la que se intenta que aparatos mecánicos realicen operaciones matemáticas de forma prácticamente automática. En 1610, John Napier (1550-1617), inventor de los logaritmos, desarrolló las Varillas de Napier, que servían para simplificar la multiplicación. En 1641, el matemático y filósofo francés Blaise Pascal (1623-1662), con tan sólo 19 años, construyó una máquina mecánica para realizar adiciones, la Pascalina, para ayudar a su padre. Por su parte, Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716) propuso el sistema binario para realizar los cálculos, construyendo una máquina que podía multiplicar, en incluso teóricamente, realizar las cuatro operaciones aritméticas.
Sin embargo, la
tecnología disponible le imposibilita la realización de las operaciones con exactitud. No obstante un estudiante alemán de la
Universidad de Tubingen, Wilhelm Schickard (1592-1635) ya había construido una máquina de estas características
entre 1623 y 1624, de la que hace unas breves descripciones en
dos cartas dirigidas a Johannes Kepler. Por desgracia, al menos una de las máquinas quedó destruida en un incendio, y el propio Schickard murió
poco después, víctima de la peste bubónica.
Los
trabajos de Pascal y Leibniz tuvieron su continuación en 1727,
cuando Jacob Leupold propuso algunas mejoras
sobre el mecanismo de Leibniz. En 1777, Charles Mahon (1753-1816), Conde de Stanhope, construyó una máquina aritmética y otra
lógica, esta última
llamada Demostrador de Stanhope. En 1825, el francés Charles Xavier Thomas de Colmar diseña una máquina
calculadora que posteriormente consigue comercializar con
éxito.
Una mención
muy especial requiere el
desarrollo de un telar automático por el francés Joseph Jacquard (1752-1834), en 1801. En
efecto, analizando las operaciones repetitivas que requería la
producción de
telas, este inventor imaginó conservar la
información repetitiva necesaria bajo la forma de perforaciones en
tarjetas.
Estas perforaciones eran detectadas mecánicamente, asegurando el desplazamiento adecuado de las guías del hilado, pudiendo una
sola persona tejer complicados patrones codificados en las perforaciones de las
tarjetas.
Fue Charles Babbage (1791-18171) el que diseñó una verdadera máquina
procesadora de
información, capaz de autocontrolar su funcionamiento. Desesperado por los errores
contenidos en las tablas numéricas de la época y dándose
cuenta de que la mayoría de los cálculos consistían en tediosas operaciones repetitivas, este
profesor de la Universidad de Cambridge, proyecta e inicia la
construcción de un nuevo
tipo de calculadora.
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